El 5 de abril de 1933 se firmó en Estados Unidos la Orden Ejecutiva 6102. El presidente Franklin D. Roosevelt prohibió la acumulación privada de oro por parte de los ciudadanos del país.

El texto rezaba que “se prohíbe el acaparamiento de monedas de oro, lingotes de oro y certificados de oro dentro de los Estados Unidos continentales” y obligaba a los ciudadanos a entregar a la Reserva Federal todo el oro del que dispusieran.
A cambio recibirían 20,67 dólares por cada onza entregada. Los infractores sufrirían multas de hasta 10.000 dólares, diez años de prisión, o ambas.
Para 1934, Estados Unidos (que aún utilizaba el patrón oro) elevó el valor de intercambio del dólar por oro en 35 dólares por onza. Es decir, una diferencia de casi 15 dólares en el precio que había pagado por él.
Este precio continuó vigente hasta 1971, cuando Richard Nixon declaró el fin de la convertibilidad, abandonando así definitivamente el patrón oro para las transacciones en el extranjero.
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